Comentario
Cómo Cortés fue adonde estaba surto el navío, y prendimos seis soldados y marineros que del navío hubimos, y lo que sobre ello pasó
Así como llegamos a la Villa Rica, como dicho tengo, vino Juan de Escalante a hablar a Cortés, y le dijo que sería bien ir luego aquella noche al navío, por ventura no alzase velas y se fuese, y que reposase el Cortés, que él iría con veinte soldados. Y Cortés dijo que no podía reposar; "que cabra coja no tenga siesta", que él quería ir en persona con los soldados que consigo traía; y antes que bocado comiésemos comenzamos a caminar la costa adelante, y topamos en el camino a cuatro españoles que venían a tomar posesión en aquella tierra por Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, los cuales enviaba un capitán que estaba poblando de pocos días había en el río de Pánuco, que se llamaba Alonso álvarez de Pineda o Pinedo; y los cuatro españoles que tomamos se decían Guillén de la Loa, éste venía por escribano; y los testigos que traía para tomar la posesión se decían Andrés Núñez, y era carpintero de ribera, y el otro se decía maestre Pedro el de la Arpa, y era valenciano; el otro no me acuerdo el nombre. Y como Cortés hubo bien entendido cómo venían a tomar posesión en nombre de Francisco Garay, e supo que quedaba en Jamaica y enviaba capitanes, preguntóles Cortés que por qué título o por qué vía venían aquellos capitanes. Respondieron los cuatro hombres que en el año de 1518, como había fama, de todas las islas de las tierras que descubrimos cuando lo de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, y llevamos a Cuba los veinte mil pesos de oro a Diego Velázquez, que entonces tuvo relación el Garay del piloto Antón de Alaminos y de otro piloto que habíamos traído con nosotros, que podía pedir a su majestad desde el río de San Pedro y San Pablo por la banda del norte todo lo que descubrirse; y como el Garay tenía en la corte quien le favoreciese con el favor que esperaba, envió un mayordomo suyo que se decía Torralva, a lo negociar, y trajo provisiones para que fuese adelantado y gobernador desde el río de San Pedro y San Pablo y todo lo que descubriese; y por aquellas provisiones envió luego tres navíos con hasta doscientos y setenta soldados con bastimentos y caballos, con el capitán por mí nombrado, que se decía Alonso álvarez Pineda o Pinedo, y que estaba poblando en un río que se dice Pánuco, obra de setenta leguas de allí; y que ellos hicieron lo que su capitán les mandó, y que no tienen culpa. Y como lo hubo entendido Cortés, con palabras amorosas les halagó y les dijo que si podríamos tomar aquel navío; y el Guillén de la Loa, que era el más principal de los cuatro hombres, dijo que capearían y harían lo que pudiesen; y por bien que los llamaron y capearon, ni por señas que les hicieron, no quisieron venir; porque, según dijeron aquellos hombres, su capitán les mandó que mirasen que los soldados de Cortés no topasen con ellos, porque tenían noticia que estábamos en aquella tierra; y cuando vimos que no venía el batel, bien entendimos que desde el navío nos habían visto venir por la costa adelante, y que si no era con maña no volverían con el batel a aquella tierra; e rogóles Cortés que se desnudasen aquellos cuatro hombres sus vestidos para que se los vistiesen otros cuatro hombres de los nuestros, y así lo hicieron; y luego nos volvimos por la costa adelante por donde habíamos venido, para que nos viesen volver desde el navío, para que creyesen los del navío que de hecho nos volvimos; y quedádamos los cuatro de nuestros soldados vestidos los vestidos de los otros cuatro, y estuvimos con Cortés en el monte escondidos hasta más de media noche que hiciese oscuro para volvernos enfrente del riachuelo, y muy escondidos, que no aparecíamos otros, sino los cuatro soldados de los nuestros; y como amaneció comenzaron a capear los cuatro soldados, y luego vinieron en el batel seis marineros, y los dos saltaron en tierra con unas dos botijas de agua; y entonces aguardamos los que estábamos con Cortés escondidos que saltasen los demás marineros, y no quisieron saltar en tierra; y los cuatro de los nuestros que tenían vestidas las ropas de los otros de Garay hacían que estaban lavando las manos y escondiendo las caras, y decían los del batel: "Veníos a embarcar; ¿qué hacéis?, ¿por qué no venís?" Y entonces respondió uno de los nuestros: "Saltad en tierra y veréis aquí un poco." Y como desconocieron la voz, se volvieron con su batel, y por más que los llamaron, no quisieron responder; y queríamos les tirar con las escopetas y ballestas, y Cortés dijo que no se hiciese tal, que se fuesen con Dios a dar mandado a su capitán; por manera que se hubieron de aquel navío seis soldados, los cuatro que hubimos primero, y dos marineros que saltaron en tierra; y así, volvimos a Villa Rica, y todo esto sin comer cosa ninguna, Y esto es lo que se hizo, y no lo que escribe el cronista Gómara, porque dice que vino Garay en aquel tiempo, y engañóse, que primero que viniese envió tres capitales con navíos; los cuales diré adelante en qué tiempo vinieron e qué se hizo dellos, y también en el tiempo que vino Garay; y pasemos adelante, e diremos cómo acordamos ir a México.